¿Habéis estado alguna vez en el agua cuando las condiciones son más que perfectas, cuando parecen de postal de Indonesia, con un tamaño potente, viento offshore y un periodo acojo-alucinante? Y no os ha ocurrido que más veces que menos salis del agua frustrados porque con tales supercondiciones no os habéis comido un “zurrullo”, más bien una sarta de piñatas de espanto. Esos baños son los que lo que llamo de olas “pijas”, preciosas de ver, pero demasiado huecas y solo disponibles a los surfers de la más alta clase, y que a los surfers de “clase” (entiéndase nivel) media o baja nos dan calabazas y se ríen de nosotros mientras nos zambullen de un lado a otro bajo la espuma, o ni siquiera nos dejan coquetear mientras se escapan corriendo a toda caña y la espuma offshore ciega nuestros ojos mientras intentamos remarla. Mientras tanto un selecto grupo de surfers en el agua están cabalgando las olas de su vida, con giros eléctricos y verticales sobre una perfecta cara abierta o desapareciendo detrás de la una cilíndrica cortina y emergiendo segundos después con los brazos en alto. ¿Qué hay que hacer para ser uno de esos surfistas pijos que salen con las olas supermodelos?
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