miércoles, 12 de agosto de 2009

TAMARIN – PARAISO DE CORAL AFILADO Y PSEUDOLOCALES APESTOSOS

A principios de junio tuve la oportunidad de visitar brevemente Mauricio una bella isla en el oeste del Océano Indico, al este de Madagascar y al oeste de Isla Reunión. Coincidió que el taxista que me recogió del aeropuerto, Ferhat, había sido surfer y conocía los spots así que al día siguiente con Magicseaweed dando un parte de metro y medio y viento offshore le llamé para que me enseñara un spot al que tenía ganas de ir hace tiempo. La primera vez que oí hablar de Tamarin Bay fue en el video de Chasing the Lotus, narrando como Greg Webber y compañía en los 70 mostraron al mundo esta joya. Una ola de izquierda “world-class”, muy larga, hueca y rápida que trataron de proteger contra la invasión en masa dando un nombre ficticio sobre su verdadero paradero, Santosha (el video se tituló “The secret island of Santosha”).



El enclave es realmente paradisiaco, una pequeña villa de chalets a la orilla de una gran bahía con una playa de arena y palmeras, barquitos de pesca de madera, la montaña salvaje de trasfondo y muchos árboles frutales de tamarindos (de ahí el nombre). Al llegar. el taxista baja la ventanilla para preguntar a un chico local de color donde se puede alquilar una tabla, nos dice que el tiene un 6’8’’ que serviría. Quedamos a la orilla de la playa y aparece 10 minutos después pedaleando con la tabla bajo el brazo. Aunque un poco trillada por sus encuentros forzosos con la barrera de coral y con color de haber tomado mucho el sol en la playa se la alquilo un par de horas, tras apalabrar el precio, un simple apretón de manos y “see you later my friend” con una sonrisa es la única identificación y fianza requerida.

Un último aviso por parte de mi nuevo amigo, la marea baja es en una hora, ten cuidado. Los testiculillos se me ponen un poco de corbata al recordar que haciendo los deberes sobre Tamarindo Bay consulté la guía del Stormrider y avisaba de las afiladas cabezas de coral en marea baja. Había traído los escarpines y el 3/2 para la ocasión, masoquismo puro para enfundárselo a 35 grados en la arena, pero resultó ser totalmente necesario para un feliz e “inhospitalizado” bautizo en una rompiente de arrecife de coral. Las olas rompían entre metro y metro y medio, con las series haciéndose esperar, pero limpias y con el viento ligero offshore. Al entrar veía un pico profundo a la izquierda con cinco surferos que andaban relativamente bien y olas contundentes, así que opté por escorarme un poco a la derecha del pico como toma de contacto. A la postre una decisión acertada. Me lo estaba pasando pipa, en media hora cogi media docenita de olas de las series intermedias. Sorprendentemente no caí en ninguna, quizá la visión nítida ultra cristalina del arrecife aflorando sobre la superficie del agua agudizó por necesidad mi normalmente precaria coordinación. A la hora de subirse a la tabla tras finalizar la ola los escarpines fueron mi mejor aliado pues algunas de las enormes cabezas del arrecife hacían que el agua no cubriera más del tobillo y en unas cuantas ocasiones tuve que desenganchar el invento enroscado en el coral mientras esperaba sentado a las olas.



Descontando la falta de simpatía y la mirada chulesca de alguno de los otros pocos surfistas en el agua (algo a lo que ya estoy acostumbrado en contados spots del norte donde hay mucho “máquina”), todo iba de maravilla en este idílico lugar hasta que uno de los dos turistas jóvenes que habían entrado hace 10 minutos en el agua decidió acercarse hasta el pico principal. Sin siquiera remar para coger una ola o molestar a nadie uno de los cinco surfistas que estaban ya de antes, un chaval tirillas de apenas quince años le ordenó que saliera del agua y se llevara a su colega también. El turista se hizo el orejas pero el resto del grupo (un adulto y otros tres mocosos) le increparon y obligaron a salir de allí. Un espectáculo realmente bochornoso, lo peor que he visto en el agua a día de hoy. Luego recordé que la guía ya mencionaba a este clan que se hace llamar los “White Shorts” o “bañadores blancos” (posiblemente en alusión a los Black Shorts del North Shore con Eddie Rothman y compañía) pero en versión aria. Vaya mamelucos! Básicamente son una panda de pijos ricos blancos, la mayoría unos criajos y alguno de sus papás, recientemente implantados desde Francia (Mauricio es una excolonia francesa) que se hacen pasar por locales. Patético, pero tristemente efectivo a la hora de controlar un paraíso surfistico como este donde no hay demasiados turistas surferos. El incidente me amargo el resto de baño así que a los veinte minutos decidí salirme, no sin antes ver para mi deleite como uno de los “locales” mas bocazas emulaba un salto de altura estilo Fosbury al encontrar su canto el arrecife para caer con su espalda desnuda sobre una cabeza de coral del tamaño de la mesa de mi salón. Un rozadón de aupa que cubría todo el omóplato derecho y pare del otro. Parecía una respuesta adecuada a su mal Karma, dicen que la naturaleza es sabia y este era un claro ejemplo. Al devolver la tabla le pregunte al chico Mauriciano si esto era normal y me dijo con tono triste que solo ocurren estas cosas cuando no hay en el agua locales “de verdad” autóctonos del pueblo, la gente aborigen de tez morena. Osease que estos “White Shorts” además de impostores son unos cobardes.


A pesar de estos cuatro soplagaitas que intentan amargar la fiesta al resto, os recomendaría una visita a Mauricio, con playas tropicales, flora y fauna espectacular y lugareños muy amables. No me dio tiempo a visitar muchos otros spots de gran calidad como Graveyards, Ilot Sancho, Morne Rights, One Eyes, y más, quizás en la próxima ocasión.

1 comentario:

  1. Bonita historia. No me he acercado nunca a Mauricio, pero había oído hablar de Tamarin Bay y de sus White Shorts. Por desgracia no hace falta ir tan lejos para encontrar estas actitudes en el agua. :-(

    Niegà

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