miércoles, 12 de agosto de 2009

CRUEL LECCION

Tras dos meses de inactividad surfera, el fin de semana me enfundé el traje y cogí mi tabla más grande para reencontrarme con mis ansiadas olas. Mi elección de tabla era premeditada y con alevosía, ya que me temía que la falta de ejercicio, los tres kilitos extra y el no haber entrado en el agua estas ocho últimas semanas pasarían un poco de factura. Pero no estaba preparado para el terrible realidad, un shock monumental. Nada más ponerme a remar noté las vértebras mas tiesas que las del portero de un futbolín y el lumbago me gritaba vuelve a tierra iluso. Al intentar coger las primeras olas parecía un caracol con un esguince, los del cursillo de surf veraniego para principiantes de al lado me miraban como a uno más de los suyos, incluso un nivel por debajo. Que cruel es el surf! Después de 10 años de insufrible devoción, lo dejo un par de meses por motivos profesionales y este es su recibimiento a mi retorno, una sarta de pepinazos en olas mediocres. Menos mal que para el final de la sesión se pudo coger alguna olilla, nada espectacular, pero suficiente para recoger mi vapuleado ego que andaba ya a nivel del suelo.

Una lección clara, sobre todo para los que somos un poco veteranos como yo, el surf es una novia celosa que no perdona ni un desliz. Si pones de tu parte, entrando a menudo y cuidándote físicamente, el premio puede ser mayúsculo, pero si te escaqueas y le pones “cuernos” pasando de entrar al mar por mil disculpas (frío, resacas, vagancia, la jefa, etc.) acabarás pagando las consecuencias. Y es que el que algo quiere algo le cuesta.


P.D. La próxima vez que deje el surf unos meses me parece que voy a tener que apuntarme a unas clases de iniciación :-P

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