domingo, 12 de abril de 2009

ESPEJISMOS

El otro día fue uno de esas sesiones difícil de olvidar. Las olas aún no habían llegado la noche anterior aunque la predicción de internet decía que ya debían haber arribado. Después de un madrugón y muchos kilometros al volante bajo una intensa lluvia llegué a la playa pensé iba a dar las mejores condiciones. Al bajar del coche y mirar desde las dunas me llevé un gran chasco. Plato, nada, cero pelotero, la marea un tanto alta, pero el sol había empezando a despertar y las nubes se disipaban poco a poco así que decidí quedarme un rato ojeando el mar. Tras quince minutos apareció una serie de cuatro olas bonitas de forma pero de un cuarto de metro que rompía casi en la orilla.

Como no me gusta irme de vacío (a nadie supongo) opté por darme un chapuzón aunque sea para desentumecer el cuerpo y porque flotar en un mar tranquilo con el sol en los ojos cual pinípedo, osease vulgar foca, es un placer. Sin prisa para que bajase la marea me puse el traje, desenfundé la tabla, le di parafina y me metí al agua donde no había ni un alma. Qué hará ese panoli en el agua se deberían estar preguntando los tres o cuatro madrugadores que se asomaron a ver si había tema.

Pronto las series empezaban a romper de medio metrin justo, mejor que nada me dije. Pero en la siguiente hora se produciría la más espectacular de las metamorfosis que halla visto nunca. Mientras bajaba la marea sin aviso previo y a traición (¡y qué traición!) un ejercito de olas de metro y medio pasado decidió tomar la playa por asalto en forma de series perfectamente alineadas que se repetían sin demora cada diez minutos, el tiempo justo para recorrer una de esas larguísimas olas y volver remando al pico. Durante un buen rato creí estar en alguna isla paradisiaca del Indico mientras los rayos del sol iluminaban a trasluz la cara de las olas para crear un efecto verde esmeralda dentro de los cílindricos tubos que se formaban.


Después de más de una docena de olas de puro extásis un fuerte frente de lluvia y viento norte me trajeron de vuelta a la realidad, ¡¡¡estaba surfeando en el gélido Cantábrico!!! La gente empezó a aparecer y a meterse pues las condiciones todavía eran practicables pero ya cerronas, lluviosas y onshore. Lo que nunca sospecharán es que durante dos horas su playa se convirtió como en el más bello de los espejismos en una viva imagen de Indonesia :)

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