sábado, 1 de octubre de 2011

SURFEANDO EN ECUADOR

El surfari comenzó antes de lo previsto, mi idea era trabajar en Ecuador una semana y tras mis compromisos laborales ir dirección norte Perú en el autobús nocturno, el cual me dispongo a embarcar en unas horas.



Trabajando en Manta, una ciudad costera con la mayor flota de atuneros del Pacífico, y observando desde la ventana del hotel mismo una crecida de mar importante era imposible escaparme a coger olas. La playa de Manta, de nombre Murciélago, tiene olas pero no parecen demasiado surfeables, y aunque quisiera entrar no tengo ni tabla. Aquí aparte de algún super hay tiendas de poco y menos de surf. Encima me encontraba constantemente rodeado de cuatro socios de trabajo para desde el desayuno hasta la cena.



Pero un día el destino decidió tornarse de mi parte cuando el armador Don Luigi, un ecuatoriano de ascendencia italiana, decidió invitarme a comer. Me había llevado solo a mí porque quería discutir un arte de pesca que yo conocía pero mis otros colegas no. Tras hablar un buen rato de pesca mientras comíamos un camotillo a la brasa (un pez delicioso que solo se alimenta de camarón) la conversación se tornó más informal. Le conté que iba a quedarme unos días por el norte de Perú, sin especificar qué tipo de turismo porque a veces los desconocedores catalogan a los surfers de vagos, yonkis y demás estereotipos. Sin embargo me cazó a la primera. Me preguntó “¿Que deporte haces tú?” y confesé que surfeaba. Don Luigi exclamó: “Ajahh, lo sabía, un biólogo que no aprovecha para ir a las Galápagos y se va al desértico norte del Perú solo puede ser por una cosa, surf!”.



De ahí procedió a contarme como su hijo, ahora en la treintena, había sido campeón junior de surf del Ecuador en su juventud y como durante años fue a una competición tras otra a apoyar a su hijo. Además, el primogénito Luigi Jr., estudió la carrera de capitán en Vigo y surfeó mucho en España, incluso inauguró algún spot de roca a los cuales los locales no se habían atrevido a enfrentarse por aquellos tiempos. Qué coincidencias tiene la vida pensé.


Pero la cosa no quedó allí, Luigi dijo que el mar había subido y que iba a llamar a un amigo de su hijo para llevarme a surfear. “Pero don Luigi, está tarde tengo una entrevista que realizar con mis compañeros en el puerto” le contesté. El me replicó que no me preocupase de eso, el lo arreglaba con una llamada, “les digo que has ido a examinar mis barcos y listo”. Así que zumbando al hotel a coger el bañador y la licra y me llevó a conocer al amigo Osvaldo, que había entrenado a su hijo y era ex campeón nacional también. Físicamente el tipo me recordaba mucho a Tom Curren. Andaba parcheando una tabla vieja, con sus hijos de 13 (miembro de la selección Ecuatoriana) y el de 6, llamado Bruce, sentados al lado dándoles parafina a sus minúsculas 5’4'' y 5’2''. Justo iban a salir a coger olas, así que me dejaron una vieja tabla y partimos en una ranchera que jamás vi cosa tan cachambrosa. Totalmente carcomida por el óxido sin ventanas, las puertas ni cerraban casi y con los hijos y unos amigos en la parte de atrás sujetando las tablas zarpamos.



Por el camino me explicó que shapeaba, sobre todo tablas de balsa que exportaba a Australia y América. El destino surfístico de hoy era el pueblito pesquero de San Andrés que tenía dos olas, un beach break y un point break. Llegados a la playa y tras sortear con el coche los numerosos tiburones y peces espada que se subastaban en la arena, aparcamos allí. En frente, sorprendentemente bastante gente en el beach break. Puede que una docena de chavales o más cogiendo una ola super orillera, con muy buena forma tipo Las Landas, rompiendo sobre el metro y pico. A lo lejos el point break, más filtrado, con izquierdas de medio metro bien formadas y vacías. Los hijos fueron directos a la ola machacona.




Tras dudar si meterme en la orillera cañera y petada o el pointbreak vacío más chiquitín opté por la segunda. Osvaldo creo que prefería la orillera pero me acompañó, y se nos junto una chica francesa (profesora de surf exiliada en Costa Rica y de vacaciones por allí). Durante dos horas disfrutamos de un poinbreak “peque” pero con una forma y longitud espectacular. En el agua me contó Osvaldo que en los swells del norte de invierno, sobre todo diciembre, entran olas de dos metros plus con tubazos increíbles. Dice que las olas pasan los 30 o 40 segundos, a veces enlazando con la orillera, que está a más de 300 metros para hacerse toda una. Recordaba que en el Niño del 98 (fenómeno meteorológico que forma grandes marejadas y lluvias copiosas) cogió en este pointbreak su mejor ola, un monstruo de tres metros largos que recorrió durante más de minuto y medio cubriendo lo largo del pueblo de San Andrés y más allá aún. Viendo la calidad evidente de este poinbreak de roca y el nivelón de Osvaldo (y su humildad) me lo creo.



Ya salimos anocheciendo del agua y con un buen puñado de olas cada uno. De vuelta a Manta, Osvaldo me cuenta como quiere montar una escuela de surf en San Andrés para sacar a los niños locales de la delincuencia y entrenarles a surfear como ángeles. Paramos a tomar un pan de yuca en el puestillo de camino y me regresaron al hotel. Le dije que si encontrase tiempo me escaparía gustoso otra vez con él y sus chicos. Don Luigi me llamó entonces para preguntar cómo me fue y le dí mil gracias por este regalo inesperado. Ya el trabajo no me dejó otro hueco para escaparme a correr las deliciosas olas de San Andrés pero al menos lo conocí y probé ese día.

Ahora empiezo mi periplo para Perú norte, zona de Piura con Lobitos, Máncora, Órganos y otras olas en mente. Ya os cuento pronto como fue.

Un abrazo,

SF

7 comentarios:

  1. Qué buena historia. Una vez en Lima, viaje profesional, también un encuentro afortunado me permitió surfear en mis ratos libres con tablas prestadas. Lasolas no fueron nada espectaculares (no tenía tiempo para buscar mucho) pero la sorpresa hizo que guarde ese recuerdo con mucho cariño. Suerte en perú.

    Niegà

    ResponderEliminar
  2. Diviertete y disfruta del momento. Cualquier oportunidad es un regalo que no hay que desaprovechar.

    Buenas olas. Olatu onak izan.

    ResponderEliminar
  3. Envidia me das. Casi mejor que surfear esa ola es conocer a gente que merece la pena.

    A ver cuando nos cuentas tu siguiente aventura.

    Un abrazo,

    ResponderEliminar
  4. gracias por compartir tus vivencias!
    un placer leerte

    ResponderEliminar
  5. Bravo! Solo un consejo. Si alquilas-compras un coche no se te ocurra conducir la panamericana de noche. Es una experiencia suicida. Ánimo y dale caña a esas olas bravazas!

    ResponderEliminar
  6. Tienes que hacer una entrada especial, con pelos y señales, de esta aventura.

    Salu2

    surf69

    ResponderEliminar